Antes que nada, debo aclarar que con el título de este escrito no me refiero, en absoluto, al creador de la muy popular «Ley de Murphy», sino al contenido de ésta según el modo en que la gente suele percibirla. De modo que, apegándome a lo que en las siguientes líneas expondré, el título debería ser más bien algo como: «La ley de Murphy es una falacia». Sin embargo, me parece que tal encabezado resulta mucho menos atractivo que el utilizado.
La Ley de Murphy, que según una rápida investigación en internet es una de las expresiones más comunes en el inglés –algo que este idioma estaría compartiendo entonces con el español, y, me atrevo a decir, con varias otras lenguas en el mundo occidental–, habría nacido en 1949 en la base Edwards de la Fuerza Aérea norteamericana, ubicada en el desierto de Mojave, en California; dentro del desarrollo del proyecto MX981, con el que se buscaba determinar cuánta Fuerza G, durante una desaceleración repentina –como la que tiene lugar en un choque–, es capaz de soportar una persona. Supuestamente, el jefe de Investigación y Desarrollo, Edward Aloysius Murphy, nativo de Nueva Jersey y piloto condecorado de la Segunda Guerra Mundial, la enunció –de seguro junto con uno o dos improperios– luego de darse cuenta de que su asistente técnico había cableado al revés los sensores de un arnés diseñado para medir la fuerza que la desaceleración rápida producía.
Murphy, molesto, según George Nichols, otro ingeniero presente, habría maldecido a su ayudante y manifestado: «Si tiene una forma de cometer un error, lo hará», lo que más tarde dio paso, durante una conversación entre otros miembros del equipo, al adagio de: «Si algo malo puede ocurrir, ocurrirá». Claro que, como tantas otras cosas de nuestra cultura, este origen de la Ley de Murphy no es el del todo probable. El hijo de Edward Murphy, Robert, diría que lo que dijo su padre fue en realidad algo así como: «Si hay más de una forma de hacer un trabajo y una de ellas culmina en desastre, alguien lo hará de esa manera».
La frase tomaría por primera vez su forma actual durante una conferencia del coronel John Stapp, quien estuvo a cargo de las pruebas del proyecto, en la que se le preguntó por qué en ellas nadie había resultado con heridas importantes. Stapp respondería a esto afirmando que se había tomado muy en serio la Ley de Murphy. Más tarde la misma cobraría más popularidad en tanto apareciera en los anuncios de fabricantes aeroespaciales y otras publicaciones.
Hoy en día es sumamente común escuchar a personas referirse a la Ley de Murphy antes de emprender alguna acción que suponga un cierto nivel de riesgo o después de ver cómo cualquier cosa que hayan hecho, sin importar lo inocua o cotidiana que sea, termina en un desastre. He conocido incluso a quien, en esta última circunstancia, exclama: «maldito Murphy» –como si este individuo fuera el culpable de su mal resultado–, y a quienes aun teniendo un alto nivel de razonamiento creen con firmeza en la suposición de que: «Si algo puede salir mal, saldrá mal» –que vendría a ser una variante de la Ley de Murphy original según George Nichols y Robert Murphy–.
No hay que pensar –ni investigar– demasiado para dar cuenta de que la razón de que tantas personas crean, hasta cierto punto, en la «veracidad» de la ley de Murphy, se encuentra, primero, en la tendencia de los seres humanos a enfatizar lo negativo, es decir, a recordar más los malos resultados que los buenos o neutros; y segundo, en el sesgo de confirmación que naturalmente poseemos y que nos predispone a favorecer, buscar y recordar solo la información que ratifica nuestras creencias e hipótesis.
Y aunque entre las ventajas de tener en mente esta «ley» tal vez uno pueda señalar el esfuerzo adicional a la hora de llevar a cabo nuestras tareas para reducir al máximo la posibilidad de equivocarnos o de que algo salga mal –práctica que, de hecho, da vida al llamado «diseño defensivo»[1]–, ciertamente las personas la utilizan muy a menudo para justificar su inacción o, lo que es peor, como una manera de distanciarse de sus propios errores. Así, vemos a mucha gente preferir no hacer nada en situaciones donde bien podrían asumir algún tipo de riesgo para obtener beneficios de uno u otro modo deseados; y a otros que, como mi amigo el que maldice a Murphy cada que algo le sale mal, apelan a la popular ley para no aceptar sus equivocaciones y exhibir sus malos resultados como una suerte de «sucesos que no pudieron evitarse».
La verdad, finalmente, es que la «ley de Murphy» no resiste ni el más mínimo análisis de sentido común. Dicho de otro modo, es por completo falso que «si algo puede salir mal, saldrá mal», aunque bueno, como ya vimos antes, ésta ni siquiera sería la verdadera ley de Murphy, como la gente frecuentemente cree, sino uno de sus corolarios.

Para empezar, la mayoría de las cosas que hacemos, aún en la cotidianidad, podrían «salir mal» en tanto impliquen resultados o situaciones contrarias a lo que esperamos. Por ejemplo, siempre es posible que al caminar por una acera en la que se estén ejecutando trabajos de construcción, nos caigamos por habernos tropezado con algún obstáculo o por toparnos con algún un hoyo o desnivel; y que al conducir por una intersección sin semáforos donde suele haber alta circulación terminemos siendo chocados por un conductor imprudente. La pregunta es ¿Todas las personas que caminaron por la mencionada acera se cayeron? O ¿Todos los que atravesaron la intersección sufrieron accidentes? Apuesto a que una respuesta afirmativa a estas preguntas es algo que no cabe en la cabeza de nadie.
Hace una buena cantidad de años, en mi época de universitario, una jovencita tuvo la mala suerte de que, mientras caminaba con unas amigas por un camino verde que conectaba a la universidad con un emblemático parque de la zona y que tenía un tramo que se hallaba justo debajo de la autopista que enlaza a esta ciudad con las demás de la región, un pesado neumático de camión le cayera encima producto de un accidente que tuvo lugar justo en el instante en el que ella estaba saliendo de la especie de túnel formado entre dicha carretera y el camino por el que las chicas transitaban. Un hecho en extremo fortuito teniendo en cuenta la enorme cantidad de personas que atraviesan el referido túnel semanalmente ya sea para ir de la universidad al parque o viceversa. En mis 5 años de estudios superiores, no ocurrió jamás otro accidente de este tipo.
Ante tal suceso yo diría que no hay nada que me impida, a partir de la supuesta «ley de Murphy», plantear algo así como «cada vez que pases por debajo de una autopista, el neumático de un vehículo puede caerte encima», luego: «si el neumático de un vehículo puede caerte encima cuando pasas por debajo de una autopista, seguramente te caerá», de lo que al final sería sencillo deducir que: «cada vez que pases por debajo de una autopista, de seguro el neumático de un vehículo te caerá encima». Ahora ¿Tiene sentido esta afirmación cuando es claro que al 99.9% de las personas han pasado por debajo de una autopista no les ha caído encima ningún neumático? Por supuesto que no, y ello –tal como sucede con casi todos los sucesos de nuestra vida diaria, desde andar en bicicleta hasta realizar actividades laborales– constituye una impugnación a la pretendida ley de Murphy.
Otros casos en donde se demuestra el sinsentido de la ley de Murphy son esos en los que la probabilidad de obtener un buen resultado es muy baja, pero aun así hay quienes lo logran, como el de sobrevivir a una caída o a un accidente que es comúnmente mortal, ganar la lotería varias veces, o pisar un clavo sin darse cuenta y que éste termine entre los dedos del pie, sin producir ningún daño.
En el mismo ejemplo de la mujer dañada por el neumático de camión puede reconocerse nuestra tendencia a recordar los sucesos negativos por sobre los positivos o aquellos en los que no aconteció nada extraño. Y es que el recuerdo de mí mismo atravesando aquel camino es algo que no soy capaz de visualizar hoy en día, cosa que sí hago con el accidente de la muchacha casi cada vez que paso por el lugar o recuerdo algo relacionado con él, a pesar de que a ella la vi antes de eso solo dos o tres veces. Apuesto a que lo mismo le sucede a muchas personas.
Los únicos casos en los que la «ley de Murphy» podría tener algún grado de validez, son esos en los que la probabilidad de que una acción de un resultado negativo es aparentemente igual o menor a la probabilidad de que de un resultado positivo o neutro; situaciones que se hallan entre las que más contribuyen a la popular creencia de que «si algo puede salir mal, saldrá mal». El ejemplo quizá más representativo es el de la tostada con mermelada cayéndose al suelo; respecto al que las personas, a priori, suelen pensar que existe un 50% de probabilidad de que caiga con la mermelada hacia abajo y un 50% de que caiga con la mermelada hacia arriba –después de todo, la tostada solo tiene dos lados–.
Al ver cómo en la mayoría de los casos la tostada cae con la mermelada hacia abajo, aún pese al aparente 50-50 de probabilidad, pareciera quedar confirmado el supuesto de la ley de Murphy. Claro que los puntos claves de esta apreciación son nuestra habitual preferencia de que la tostada caiga con la mermelada hacia arriba y nuestra memoria selectiva. Por lo que, si lo que más se ajustara a nuestra conveniencia fuera que la tostada cayera con la mermelada hacia abajo, cuando esto sucediera ni postularíamos una suerte de ley mística según la cual lo fortuito suele llevar a resultados positivos, ni mucho menos recordaríamos las tostadas que se nos caen.
Ahora, lo de la tostada es aparente porque el hecho de que suela caer con la mermelada hacia abajo se debe a algunos factores de los que habitualmente no nos percatamos, entre ellos, tal vez el más determinante sea la altura de la mesa, tal y como lo demostrara el británico Robert Mathews luego de llevar a cabo el experimento más de 10.000 veces.
Finalmente, podemos decir que la «ley de Murphy» ni es verdadera ni la enunció el tal Murphy.
Bibliografía
Ciencia miúda. La física en la ley de Murphy (diciembre, 2019). https://cienciamiuda.com/2019/12/23/la-fisica-en-la-ley-de-murphy/
Irish Central. What you should know about the real Murphy’s (julio, 2009). Lawhttps://www.irishcentral.com/roots/history/history-murphys-law
Murphy’s laws site. Murphy’s laws origin. http://www.murphys-laws.com/murphy/murphy-true.html#:~:text=Murphy’s%20Law%20(%22If%20anything%20can,can%20stand%20in%20a%20crash.
Toronto Star; Patricia Hluchy. The man behind Murphy’s Law (enero, 2009). https://www.thestar.com/news/2009/01/11/the_man_behind_murphys_law.html
Verne, El País; Julio Rubio Hancock. 8 leyes de Murphy que tienen base científica (junio, 2015). https://verne.elpais.com/verne/2015/06/19/articulo/1434705663_423636.html
Wikipedia. Murphy’s law. https://en.wikipedia.org/wiki/Murphy%27s_law
[1] Técnica de diseño empleada para evitar que se den contingencias en el uso de dispositivos, objetos, procedimientos o rutinas. Con él se busca evitar que el usuario final pueda ocasionar fallas por desconocer la forma adecuada de usar o ejecutar, impidiéndole tener más de una forma de hacer las cosas.
[2] Verne, El País; Julio Rubio Hancock. 8 leyes de Murphy que tienen base científica (junio, 2015). https://verne.elpais.com/verne/2015/06/19/articulo/1434705663_423636.html