Los mayores cambios tecnológicos, sociales, ideológicos, económicos y políticos que permitieron que Egipto se convirtiera en un imperio, debieron haber ocurrido en varios lugares del sur del Valle del Nilo, donde las condiciones –como la posibilidad de llevar a cabo las actividades de riego con relativa facilidad y una tierra aluvial fértil capaz de producir más alimento de lo necesario– parecen haber sido más favorables para el florecimiento de élites gobernantes. En estos sitios clave, los wadis[1] habrían ofrecido un buen acceso a los recursos minerales de los desiertos occidentales y orientales, proporcionando a sus comunidades materiales de prestigio para sus líderes. Estos, a su vez, dada la ubicación en la que se hallaban sus territorios, tuvieron la oportunidad de hacerse con el control de rutas comerciales terrestres o fluviales y, con ello, dominar el intercambio económico en un área mucho más amplia que sus normales zonas de influencia.
Así nacería una serie de florecientes comunidades predinásticas gobernadas por élites altamente desarrolladas que muestran algunas de las características asociadas más tarde con la realeza. Entre ellas, tres sitios en particular jugarían un papel relevante en la concentración del poder político y económico que caracterizaría la posterior formación del estado: Naqada, Hieracómpolis y Abidos. Siendo la segunda probablemente la más dominante durante el cuarto milenio a.C., puesto que contaba con un territorio más extenso que cualquier otra comunidad contemporánea.
En Naqada, la clase dominante local se había hecho rica y empezado a diferenciar del resto de la población ya en el período de Naqada II. La influencia de su familia gobernante en el proceso de formación del estado se observa, primero, en el hecho de que en su territorio hay dos tumbas reales construidas al comienzo de la primera dinastía; una de ellas la de la reina Neithhotep, probablemente esposa del primer rey del territorio unificado y quizá descendiente de gobernadores predinásticos de Naqada. En segundo lugar, el dios local de Naqada, Set, estuvo estrechamente asociado con la realeza durante las primeras dinastías, siendo una de las dos deidades encarnadas en la persona del rey.
En Hieracómpolis tenía lugar un gran centro ceremonial –interpretado como un templo y que se parece mucho a los santuarios representados en los sellos impresos de la primera dinastía–, que se remonta a principios del período Naqada II. En esta ciudad, asimismo, se hallaría otro templo en el que dos hombres, posiblemente el primer y segundo rey de todo Egipto, dedicarían paletas votivas para honrar al dios local, Horus. Esta divinidad, tal como Set de Naqada, estaría fuertemente relacionada con el reinado posterior; enfatizando de ese modo el papel de Hieracómpolis y sus gobernantes en la aparición del estado y en la formulación de la ideología bajo el que éste se regiría.
Abidos, por su parte, aunque de desarrollo más tardío que Hieracómpolis y Naqada –comenzaría a hacerse notar en el período de Naqada III–, es considerado un centro de poder en la fase final del período predinástico –Naqada IIIb– por las ostentosas tumbas que, tal y como sucedía de forma paralela en las dos ciudades anteriores, guardaban a los miembros de la élite local. Otras razones son: que su capital regional, Tinis, presumiblemente fue la residencia de varios reyes de futuras dinastías; y que algunas tumbas de su cementerio pertenecen a estos dirigentes.
De hecho, la práctica de colocar adornos en los sepulcros de las clases altas y de construirles entierros lujosos llegó a su máxima expresión en Abidos; donde incluso se encuentra la que es, por mucho, la tumba más grande de la época predinástica[2], cuyo propietario, aunque no identificado todavía, posiblemente ejercía el gobierno de la región, o hasta de todo el Valle del Nilo. En Abidos, asimismo, según algunos académicos, se encuentran las tumbas de individuos importantes –de acuerdo con la suntuosidad de sus sepulcros– de varias partes del país –como Naqada e Hieracómpolis–. Hombres que tal vez habrían intentado unificar la región bajo su mando o, cuando menos, expandir su poder e influencia sobre otros territorios.

Claro que hasta ahora no hay evidencias suficientes para conocer cómo fueron estas posibles pugnas de poder internas que precedieron a la unificación total del país bajo la figura de un rey; por lo que, para tener una alguna idea de ello será necesario mirar, junto con la evidencia arqueológica, las leyendas egipcias expuestas tanto en los artefactos encontrados en el referido cementerio de Abidos como en otros hallazgos posteriores.
En varios de estos artefactos –pertenecientes a la antedicha tumba más grande de la época–, vale mencionar, se hallaron las expresiones más antiguas de escritura conocidas hasta la fecha; mismas que hacían referencia a una cantidad y al lugar desde donde presumiblemente tales objetos procedían; uno de ellos, según las inscripciones, venía de Bubastis, en el Delta. De aquí que se piense en la posibilidad de que el hombre enterrado en tal sepulcro gobernara aquella región o, cuando menos, tuviera una buena influencia en ella. Otras vasijas en la misma tumba provendrían tanto de Siria-Palestina como del norte de Israel.
Estas inscripciones, por otro lado, también podrían ilustrar la obsesión de los gobernantes del Alto Egipto con la propiedad, contabilidad y control detallado de recursos económicos; al tiempo que manifiestan el vínculo entre la actividad económica y la sofisticación burocrática. Y en este sentido, parecería claro que, debido a la autoridad política derivada del control de recursos, las tumbas con estos objetos marcados pertenecían a individuos con poder. Otro objeto que apunta en esta misma dirección son los serekhs, rectángulos que representan una sección de la fallada de un palacio real, y que eran inscritos o pintados en vasijas de cerámica para señalar que tal artefacto procedía y/o era propiedad de la corte. Más tarde también expondrían el nombre de un dirigente, volviéndose así la primera evidencia de reyes. A partir de ellos se puede hacer una estimación del poder y la influencia política de ciertos individuos antes de la instauración de la primera dinastía.
Puede decirse entonces, en líneas generales, que, en Egipto, antes de la formación del estado, se vivía bajo un contexto de concentración de poder económico y político en manos de familias gobernantes de ciudades poderosas, de intenso comercio exterior y de una floreciente burocracia alfabetizada cuya importancia se hacía notable con el uso constante de la escritura. Desarrollos éstos que, aunque acelerados en la última etapa del cuarto milenio a.C., no llegaron a afectar a todas las regiones en la misma medida –es probable que muchas comunidades agrícolas pequeñas no se hayan visto relativamente afectadas por la unificación egipcia y la llegada de un gobierno nacional, excepto que ahora pagarían impuestos al tesoro central en lugar de a las élites locales o regionales–, y cuyo motor principal se halla probablemente en los procesos de aumento de densidad demográfica debido a cambios ambientales, y en la consecuente sofisticación del riego y de los sistemas de almacenamiento y distribución de alimentos, necesaria para mantener de forma pacífica la creciente población, y que a su vez deparó en la generación de grandes excedentes que permitió que grupos de individuos y comunidades se dedicaran a otras actividades –como la religiosa o artística– y, en algunos casos, aprovechándose de su favorable ubicación sobre rutas comerciales, empezaran a comerciar con sus creaciones y superávits agrícolas propios. Factores que habrían aparecido ya desde el período de Naqada I.

Una vez en este punto, la presión demográfica que posiblemente se hallaba sobre los hombros de dirigentes locales, que les exigía anexar a sus dominios tierras fértiles para poder controlar y mantener a la población en crecimiento; las ambiciones de poder político y económico; e incluso la ideología de una región unificada bajo un solo dominio expuesta por líderes carismáticos –que, aunque es difícil de constatar en este período, probablemente ya estaba presente dada su rápida aparición tras la unificación y la fuerza que ha demostrado tener a través de la historia para producir cambios sociales significativos–, habrían dado paso a un proceso de unificación en el que, de acuerdo con lo antes dicho, los dirigentes de Hieracómpolis y Abidos (o Tinis, para ser más específico), jugarían un rol relevante. Quedándose esta última, más tarde, en el corazón de la recién nacida realeza. Naqada, por su parte, aunque en un inicio de seguro participaría en el proceso, quedaría eventualmente sometida o eclipsada, ya sea por acuerdo político o por fuerza militar, por alguno de sus poderosos vecinos –Hieracómpolis en el Sur o Abidos en el Norte–; siendo la prueba de esto el hecho de que, según la evidencia arqueológica, se haya suspendido en su territorio la construcción de tumbas de élite entre principios de Naqada III y la fase inicial de la primera dinastía ya consolidada. Cosa que no se observa en las otras dos ciudades, que presentan una secuencia ininterrumpida de estos sepulcros.
Una hipótesis del camino hacia la unificación
La fusión de Naqada con otro poder político habría precedido la unificación del Alto Egipto en su conjunto. Posibilidad que nace a partir del fragmento de El Cairo de la Piedra de Palermo[5], que muestra una línea de reyes egipcios previos a la primera dinastía, que usaban una doble corona, símbolo que representaría la unión de la corona roja y la corona blanca, provenientes de Naqada e Hieracómpolis, respectivamente. Si a esto le sumamos la relevancia que tiempo después cobraría el dios Horus de Hieracómpolis, estaríamos ante la posibilidad de que los dirigentes de esta ciudad, después de haber sometido a Naqada, sean quienes hayan hecho el primer movimiento para la unificación total.
En cuanto a Tinis, dada su ubicación próxima al Delta, tal vez gobernaba el Bajo Egipto en el momento de unión de Naqada e Hieracómpolis, lo que explicaría por qué gozaba del poder exhibido en sus tumbas construidas en esa época, y por qué en éstas se encontraron artefactos que procedían del Norte y que atestiguaban el comercio exterior realizado en la zona.
Aunque no está claro cuán políticamente avanzado estaba el Delta en este tiempo, es probable que –a partir de la influencia cultural del Sur, que aparecería a finales de Naqada II– una estructura social jerárquica dominada por poderosas élites se haya desarrollado en varios sitios, como Buto y Sais; mismos que la clase gobernante tinita, en su impulso hacia la unificación, habría tenido que vencer o acomodar, para que se incorporaran a una política más grande centrada en Tinis, lo que les permitiría tomar ventajas sobre sus rivales del Sur y de un momento a otro reclamar para sí el premio de la realeza sobre todo el estado.
Debido a que la cabeza de maza del rey Escorpión se halla en el templo de Hieracómpolis, y no en Abidos, es posible que este rey perteneciera a la casa real de Hieracómpolis, y que ésta se hallara enfrentada a la de Abidos por el dominio de la región. La reverencia mostrada a Hieracómpolis por los primeros reyes dinásticos con residencia en Tinis, por su parte, también refleja esta posibilidad. Quizás el final del reinado de Escorpión puede haber marcado un punto de inflexión decisivo, el momento en que el rey de Tinis asumió una posición indiscutible como soberano de todo Egipto.

El cementerio de Qustul, en la baja Nubia (frontera sur con Egipto), demuestra la existencia efímera de una poderosa élite gobernante durante el período de Naqada III; con una tumba más o menos contemporánea a la más sobresaliente de Abidos. Inscripciones arqueológicas parecen manifestar que expediciones punitivas procedentes del Norte, quizá de Tinis o Hieracómpolis, se hicieron con el control de esta comunidad antes de la aparición de la primera dinastía.
Se desconoce el medio real por el cual los gobernantes de Tinis finalmente obtuvieron el control sobre todo el país. La anexión de los territorios vecinos debe haber implicado negociación y acuerdos como mínimo, aunque no se debe descartar el empleo de acciones militares. Las campañas de Jasejemuy, rey de la segunda dinastía, contra los rebeldes del norte, tal vez del Bajo Egipto, podrían proporcionar un paralelo posterior para el tipo de acción que se requería para subyugar al Delta.
Las etapas finales de la formación del estado pueden haberse logrado con bastante rapidez, en dos o tres generaciones, y Narmer finalmente pudo haber sido el primer rey en ejercer autoridad en todo el país sin ser cuestionado. Sigue siendo imposible definir el momento en que un solo rey gobernó Egipto por primera vez. Según la evidencia, esto debe haber ocurrido en algún momento entre la vida del propietario de la gran tumba de Abidos (3.150 a. C.) y el reinado de Narmer (c. 3.000 a. C.). Una vez que se forjó un estado unificado, los primeros reyes no perdieron tiempo en promulgar una ideología de la realeza que presentara la unificación del país como el cumplimiento de un orden predestinado.
Con todo, hay otra teoría que plantea, a partir de la paleta de Narmer[7], que fue este rey quien lograría la unificación, luego de derrotar a un gobernante del Bajo Egipto, tal vez asentado en Buto, que controlaba un territorio que podría haber incluido a Menfis y Tarjan. Según esta línea de argumento, Buto fue el último refugio más septentrional de una dinastía del Bajo Egipto contemporánea con los últimos reyes predinásticos del Alto Egipto, y a partir de aquí tendría lugar el mito posterior sobre dos reinos en competencia. El razonamiento en contra de esta hipótesis se basa en que no está claro si estos artefactos que exponen eventos pueden verse como una fuente histórica.
Reyes predinásticos
Una gran variedad de artefactos en los tres principales centros de poder de Naqada III y otros asentamientos, sugieren la existencia de reyes egipcios o, más probablemente, gobernadores locales con influencia más allá de sus territorios, antes de la llegada de la primera dinastía. Hay, por ejemplo, tumbas en Naqada, Abidos, Hieracómpolis y Gebelein, que usan la iconografía de la realeza, y cuyos propietarios podrían llamarse justificadamente «reyes», a pesar de que hasta ahora sean por completo desconocidos. Son estos reyes, que seguramente ejercieron autoridad regional, y que eran literalmente prehistóricos –pues no hay evidencia de que la escritura ya existía en su tiempo– los que se han propuesto para conformar la Dinastía 00.
La historia como tal comienza con los registros escritos; y en el caso de Egipto, esto tiene lugar en la gran tumba de Abidos, donde varias vasijas están inscritas con la figura de un escorpión, que muchos creen puede ser el propietario de tal tumba. No se confunda este con el posterior rey Escorpión cuya cabeza de maza fue hallada en Hieracómpolis. Son estos posibles reyes, junto con otros expuestos en inscripciones en recipientes y rocas en los desiertos del Este y el Oste, los que constituyen colectivamente la llamada Dinastía 0.
Dos nombres reales del período predinástico tardío casi seguramente se refieren a reyes particulares, aunque, debido a que ninguno de los dos puede leerse todavía, se designan aquí como Rey A y Rey B. El primero está atestiguado en un recipiente del Este del Delta. El segundo en dos inscripciones excavadas en roca en el desierto occidental detrás de Armant. Es posible que este último fuera miembro de la familia real de Hieracómpolis, que parece haber mantenido el control sobre la parte más meridional del Alto Egipto hasta el umbral de la Primera Dinastía.
Horus Cocodrilo habría sido otro gobernante predinástico, probablemente de Tarjan, de acuerdo con dos serekhs en vasijas de cerámica con origen en este asentamiento y un sello en una de las tumbas de su cementerio. Se cree que, de haber existido, este individuo habría sido contemporáneo con Narmer y Escorpión de Hieracómpolis.
Volviendo a los entierros de Abidos y la evidencia derivada de su cerámica, es casi seguro que Narmer haya sido precedido inmediatamente como gobernante de Tinis y quizá de todo Egipto, por un rey conocido como Ka, cuya tumba se sitúa entre la de sus desconocidos antepasados y las de los reyes de la Primera Dinastía. Ka es el rey anterior a Narmer mejor atestiguado, su nombre se ha encontrado desde el Delta hasta Abidos.

Desde el comienzo de la Primera Dinastía, el Valle del Nilo y el Delta, desde Elefantina hasta la costa mediterránea, estuvieron bajo el control de un solo gobierno, presidido por un rey de la familia real de Tinis. Aunque los reyes de la Primera Dinastía eligieron ser enterrados en su necrópolis real ancestral en Abidos, durante al menos parte del año probablemente residieron y gobernaron desde una nueva ciudad capital, ubicada estratégicamente en el cruce del Alto y el Bajo Egipto. La fundación de Menfis como centro administrativo nacional realmente representa la culminación del proceso de unificación. La primera tumba de élite en el norte de Saqqara data del reinado de Aha (c. 2.950 a.C.), pero la actividad funeraria en Helwan, que sirvió como el segundo cementerio de la capital, comenzó al menos tan temprano como el reinado de Ka. Entre Ka y Aha seguramente estuvo Narmer (probablemente el Menes histórico), quien se asoció en la tradición posterior con la fundación de Menfis, y pudo haber sido el primer rey en establecer su residencia en la ciudad.
Bibliografía Principal
Douglas J. Brewer. Ancient Egypt, Foundations of a Civilization (Reino Unido, 2005)
Kathryn A. Bard. Introduction to the Archaeology of Ancient Egypt (2007).
Marc Van De Mieroop. A History of Ancient Egypt (Reino Unido, 2011).
Toby Wilkinson. Early Dynastic Egypt (Reino Unido, 1999).
Joshua Mark; Ancient History Encyclopedia. Predynastic Period in Egypt. https://www.ancient.eu/Predynastic_Period_in_Egypt/
Natalia Klimczak; Ancient Origins. https://www.ancient-origins.net/history-famous-people/searching-lost-footsteps-scorpion-kings-007598
Internet Archive. Los pobladores del Valle del Nilo. https://web.archive.org/web/20130115073136/http://www.tierradefaraones.com/pretinita_tinita/dinastias_00_0/dinastia.htm Larkin Mitchell. Earliest Egyptian Glyphs. https://archive.archaeology.org/9903/newsbriefs/egypt.html
[1] Cauces secos o estacionales de ríos, arroyos y torrentes que drenan regiones cálidas y áridas o desérticas
[2] Conocida como la tumba U-j.
[3] Brown University. Tumba U-j, de Abidos. https://www.brown.edu/Departments/Joukowsky_Institute/courses/introtoegypt/6526.html
[4] Wikipedia. Túmulo 100.https://en.wikipedia.org/wiki/File:T%C3%BAmulo_100.JPG
[5] El mayor fragmento de una losa de piedra negra (basalto) que tiene grabados en jeroglífico un conjunto de acontecimientos desde los últimos años del predinástico hasta la dinastía V de Egipto (Imperio Antiguo), tales como ceremonias, censos de ganado, nivel anual de la crecida del Nilo, y el nombre de los reyes y faraones.
[6] Wikipedia. Kingscorpion. https://en.wikipedia.org/wiki/File:Kingscorpion.jpg
[7] Placa de pizarra tallada con bajorrelieves, descubierta en 1898 por James Quibell y Green en el templo de Horus de Hieracómpolis (Nejen), y actualmente depositada en el Museo Egipcio de El Cair
[8] Wikipedia. Serekh of Ka. https://en.wikipedia.org/wiki/File:Serekh_of_Ka.png
Que excelente explicación! Gracias por tanta información
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